sábado, 15 de noviembre de 2025

el pellizco de los clásicos

"... y echando de su pecho un suspiro tan grande que parecía resoplido de león, meditó breve rato, apoyando la cabeza en la mano. Tanto le pesaba una idea."

Es la explosión, la emoción recogida en un instante, el sobrecogimiento, la frase que provoca la comunión entre el lector y el escritor, en definitiva, la magia de la lectura. 

El pasado jueves, en uno de los clubes de lectura que coordino en Pino Montano, debatíamos en una noche de lluvia al más puro estilo Brönte, las vicisitudes de Tormento, de don Benito Pérez Galdós, recreándonos en los recovecos de su escritura, en el sentido de sus palabras, sus descripciones, sus dobleces, su ironía y su inmenso conocimiento del ser humano, gracias a haber sido el paseante observador que fue. En estos tiempos donde todos escribimos, con más o menos acierto, donde el que dice ser periodista no contrasta un dato, donde cualquier político escribe y lo hace con letra ajena, donde un presentador de televisión se hace con el Planeta, premio que salvo la remuneración económica pienso que para un autor que se considere como tal el ganarlo debe ser más una mancha que un mérito en su currículum y donde eméritos se quejan también por escrito, que deben ganarse escribiendo libros con su innecesaria biografía, la pensión de jubileta que por ser quien es, no le corresponde. No es difícil discernir las voces de los ecos, que diría don Antonio, siempre en mi cabecera, la buena palabra de la mala o lo comercial de lo auténtico, al menos para mí, que leo a diario por placer, por necesidad y por amor propio, como mi propio plan de jubilación o mi tratamiento anti edad, separando lo que se recomienda en los estantes de los grandes almacenes de lo que se encuentra en los mercadillos callejeros, increíblemente generosos. Títulos volubles que se quedan en los estantes de los salones como lomos decorativos, regalos navideños por salir del paso, compras en plataformas digitales perdiendo el inmenso placer de ir a una librería y lecturas sin mensaje, muchas, de puro entretenimiento pasajero que en parte, es también de lo que se trata. 

Yo defenderé siempre el pellizco de los clásicos, la maestría de los contemporáneos, los narraluces, la Generación Perdida, el realismo mágico, los niños de la posguerra, los salones victorianos o las granjas americanas. Menos mal que siempre me quedará Galdós  

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