lunes, 30 de diciembre de 2024

Rosas color catorce de abril para un año nuevo

 

Como propósito de año nuevo tengo que retomar el escribir como un oficio, con disciplina, y como despropósito fiel de cada año, peinarme y arreglarme, y no tener que pensar en el tiempo que se viene encima para coger la bici sin que el destino sea el de cada día. Pocas veces dije NO, pero al contrario, he dicho muchas veces SI, a enrreos intramuros, a Cádiz, a penúltimas, a atardeceres y a amaneceres que se quedan para siempre donde se quedan las cosas que nunca perecen. Ahí, justamente, donde está la vida.

He leído buenos libros, he conocido a gente increíble que comparte conmigo el amor por la literatura y en mis clases de escritura creativa, aprendo enseñando, que es una enorme satisfacción. Mis alumnos y alumnas ya saben contar la vida, y yo brindaré por ello y por ellos con los gorriones de Gabriela helada que están en el porvenir, y por mis mujeres de la Asociación Jacaranda que lo posibilitan, llevando la cultura a un barrio sin morir en el intento; su esfuerzo y valentía es mi orgullo, como mujer y como niña de barrio que soy, fuí y seré. Ahí está la inspiración, la trama y el nudo de lo que verá la luz en este nuevo año, literariamente. Abrí la azotea para contar mi Cuaresma, dejando la puerta entreabierta, he visto la cartera de Antonio Machado y varias veces, he podido explicar con emoción, que el “hoy es siempre todavía” es Esperanza, y aunque no la vi este año envuelta en su relámpago de primavera, la pude ver en diciembre, extraordinariamente extraordinaria bajo las luces navideñas. En mi carta a los Reyes Magos no faltará el pedirles un delantero para mi Betis, una Sevilla heterodoxa y un Jueves Santo luminoso, de levantar faldones.

Este año llegó Jesu y se fue Pepa, demasiado pronto, buscando sus marismas azules, y este año el baño de cumpleaños en Faroblanco llegó tardío, pero llegó, como llegaron para mis hijos un sobresaliente en el TFM para uno y cierta estabilidad laboral para el otro. No galoparon mis caballos por la calle donde reside mi alma, ni se abrió la puerta del epicentro Gerona/Alhóndiga de mi Semana Santa pero disfruté de la calma con mi amiga Inma, entre piñas coladas y olas gaditanas. Conocí el ansiado Bierzo, probé el vino de Toro y certifiqué un año más, que el amor verdadero consiste en un “llévame allí” seguido de un “vamos” ya sea Budapest, Zamora o Marchena, deseos cumplidos antes incluso de anhelarlos. Indescriptible es la felicidad de los clubes de lectura que dirijo y la complicidad de los silencios cuando me escuchan, la acogida en las peñas béticas donde vive el Betis de verdad, las conferencias y las firmas en la Feria del Libro, donde tanta gente me mira viéndose en mis ojos, la alegría de vivir en otros ojos, que diría Pedro Salinas. El regalo impagable de su emoción tras leerme, dejan a esta escritora sin palabras.

Al año que llega le pido algún ocaso sanluqueño, el resguardo de su abrazo, el arroz con leche de mi madre y sobre todo, que no me abandone nunca el entusiasmo ni las ganas de hacer de mi vida algo extraordinario, que diría el gran Withman

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