miércoles, 21 de febrero de 2024

Ilustres coincidentes

 

Al medico de las letras le dije que no iba a leerle más, porque me hacía llorar cuando extiende sus recetas poéticas. De sobra sabe que es ojana en el cielo, algo imposible de realizar porque sus escritos curan el alma, aunque secretamente me sienta una aprendiz de escritora a su lado, cuando de juntar letras se trata. La realidad es la magnificencia de lo efímero, cuando con su letra de médico consigue hacer diferente lo cotidiano, lo habitual, ya sea la lluvia o la soledad de la plaza. Ayer llegué tarde a una de las presentaciones de la biografía de Ismael Yebra, el humanista de la piel al alma al que la letra de médico aún no ha encontrado la caligrafía perfecta para escribir la palabra amistad, a quien los ojos le brillan con el recuerdo. Conservo aquella historia preciosa de la postal que desde San Lorenzo, recibió el buzón de uno de sus nuevos vecinos en cuyo remitente figuraba quien lo añoraba desde la Alfalfa, donde ahora su ausencia, es presencia. Me detuve en la puerta del recinto con su hermano, ilustre tabernero, todo un caballero que siempre se alegra de saludarme y viceversa y en el ascensor con el escritor Salvador Compán, el cronista Paco Correal y Rogelio Reyes, Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla al que nadie olvida, hayamos sido sus alumnos o no. Y porque no todos los días tengo la suerte de tan ilustres coincidentes en un ascensor o a la mesa, hoy he preparado una fideuá para celebrar que mi hijo el pequeño ya pasa de los 23 años, mientras la vida me ha regalado un cielo azul machado y una luminosa mañana, donde armada de valor me he metido en mi peluquería de emergencia, esa donde no me hablan y se escucha a Billy Holliday y me he cortado el pelo a capas para sentirme única en mi especie, como ayer al cruzar con mi bici la Plaza de San Francisco buscando el bicicletero que me recibió desplazado, bajo la vigilancia de don Miguel de Cervantes. Me alegré con tristeza, porque el inminente montaje de los palcos anuncian que desgraciadamente, ya empieza a acabar lo que aún no ha llegado, que es algo así como que el Betis gana cuando pierde, o que sabiendo que tarde, llegas con el tiempo necesario para desearle a mi médico de cabecera, ni falta que le hace, que nos siga prescribiendo recetas para el alma, como aquella que en su día me recetó escrita con una cariñosa y extraordinariamente legible letra de médico, que escribiese todo aquello que fuese susceptible de ser contado. 

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