lunes, 2 de septiembre de 2024

Mi madre

Mi madre es la persona más buena que hay en el mundo, posiblemente todos los hijos y todas las hijas de todas las madres del mundo piensen lo mismo de las suyas, por ello, me siento en la libertad de hacerlo con la mía un día como hoy. Ella, a su manera, a mí y a mis hermanas nos ha enseñado como podía ser la libertad de una mujer, mostrando la cara contraria, y nunca se le ha oído queja de nada, ni de nadie. Hace de la resignación y del esfuerzo una virtud y siempre, siempre, está para lo que sea, cuando y donde sea. Mi madre es noble, ingenua, inteligente y valiente, una luchadora silenciosa que ha salido de mil batallas propias y ajenas, que quiso ser peluquera y se compró unas tijeras profesionales para cortarnos las puntas. Lleva en el corazón el recuerdo de las revistas "Ama" que le compraba su padre, primer y gran desarraigo de su vida y pese a no tener acceso a los estudios como debiera, por las circunstancias de la época que le tocó vivir, tiene muchas inquietudes; devora los libros, es una fiel oyente radiofónica y una gran admiradora de Juan José Millás, a quien escucha cada fin de semana el programa de "A vivir". Tiene una mano extraordinaria para el tomate frito, el cocido, las croquetas y los rosquitos de azúcar que nunca faltan en las celebraciones espontáneas de esta maravilla de familia mía tan marital, acompañados de mil cervezas. A la feria, siempre, y siempre con los palillos, incluida aquella primera donde ella, casi todavía niña de la Calzá conocería a mi padre, con quien lo ha vivido todo. A mi madre la vida le ha enseñado que el cielo tiene nubes y farolillos de colores, pero el huevo pasado por agua de cada noche de mi infancia, esas tardes de lluvia con el picú y mi hijo, que es también suyo, conforman la memoria sentimental de mi misma. La tortilla de papas en la cocina, tapada con el plato boca abajo siempre, fuese la hora que fuese, era una de sus maneras únicas de quererme, porque ella sabe como estoy sin preguntarme, por eso, cuando me intuye triste me hace arroz con leche, y sabe como soy, por eso de niña me dejaba que me subiera todas las cajas de cartón a mi casa, y me metiese dentro todo el tiempo que quisiera, donde empezaba a fraguarse mi independencia. Colecciona puestas de sol y las plantas de su terraza son un espectáculo, porque florecen cuando les habla, porque a mi madre la quiere todo el mundo.

Hoy cumple 80 años y no sé decirle que la quiero y la admiro de otra manera mejor que escribiéndolo. Ojalá algún día llegue a parecerme a ella.

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