
Hoy es siempre todavía, no puedo empezar mejor esta nueva etapa que bajo el amparo del hombre en el buen sentido de la palabra, bueno. Ni insurrección ni Ave Fenix, decía alguno de mis poetas que no había que tener prisa, que donde había que llegar es a uno mismo y ya he vuelto, porque uno siempre vuelve a aquellos lugares donde amó la vida y mi azotea, vuelve a abrirse al cielo de quien quiera tomar el aire, ese que huele a valentía, donde ondea la bandera de la libertad, donde bordé el amor más grande mi vida. Tenderé al sol de mi infancia, bajo mis cielos azules, lo que me anime a escribir, que es justo y necesario; la dama, la del sevillano nombre, se esconde entre bambalinas para mostrase con gorrión, de plumas y de cristal, con nombre y apellidos, son etapas de la vida que hay que saber cerrar. Mucho tiempo, sombra fui y en mi mismo me perdí y tras sobrevivir a la tormenta que tan bien ejemplifica Murakami y a una reforma, personal y domiciliaria, me encuentro sentada escribiendo esta primera entrada de presentación ante tantos conocidos que me desconocen, en la mesa del salón de mi casa, ante la mirada atenta de mi perro y de la Venus de Urbino, que tantos quebraderos de cabeza me dio en el aeropuerto de Florencia. La habitación propia y lugar para escribir que defendía Virginia Woolf donde en definitiva, sigue escondida la niña metida en la caja de cartón, de donde me podrán quitar mis días, mis noches no, que cantaba el Sabina de verdad, al que tanto echo de menos.
Intramuros, los adoquines de la Macarena me guiarán bajo el arco donde Sevilla respira en cinco mariquillas, la calle Feria unirá mi corazón con mi alma, mientras mis pasos seguirán su camino del Polígono de San Pablo, barrio de barrios, a Santa Catalina, epicentro de mi misma, donde las calles mojadas me han visto crecer, que es una constante frase de reiteración de esta Filóloga que no tardará en diplomarse, siéndolo ya de jopeo y astracaneo, que no es lo mismo, pero es igual. Un puñado de canciones de Triana en las macetas, para que pueda contar luminosas mañanas y lo que siento, que es mucho y que la tinta verde fluya por entre las lineas que marcan las ruedas de mi bici, para no perder el sur, y si me pierdo, que me busquen en Macondo de Barrameda.
Asomaré por aquí para ganarme la titularidad de Pellegrini, contaré lo que me pase mientras ando, observo, disfruto, sufro, siento y me emociono, todo es susceptible de ser contado y como canta Silvio, el otro, soy feliz, soy una mujer feliz, y que me perdonen los muertos de mi felicidad
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