jueves, 7 de septiembre de 2023

Resurrección de la alegría

Una de esas voces llenas de cristales rotos y arena como Bernarda, Fernanda, Lole, Aretha, Janis, Rocío, Gracia, Paquera, Mina y pare usted de contar. María Jiménez además, era cautivadora y misteriosa, con la elegancia que solo la gente de barrio sabe llevar dignamente en los bolsillos vacíos. Por su mirada asomaba la pasión que solo aquellas que han sufrido mucho, son capaces de ofrecer tras una cortina de almíbar y rimel, tan descolorido en sus últimos años. 

Me fascinaba verla aparecer en el escenario del programa de los sábados por la noche de Iñigo dentro de uno de esos vestidos vaporosos, yo era una niña que creció soñando algún día, ser la mitad de sensual que ella; los hombros al aire, la pierna asomando, las rodillas flexionadas dejándose caer hacia atrás y las caderas, al ritmo de su magnetismo y de la electricidad de ese pelo rubio de bote y rebelde, enmarañado en su cara, dejando entrever unos ojos turbadores, por donde se asomaba una mirada felina llena de miseria, que han visto demasiadas escaleras fregadas con manos de niña que solo se merecían un príncipe o un dentista. 

Su manera de cantar de la vida, la misma que quiso vivir y no le dejaron, la misma que no la trató bien, a medio camino entre conversación erótica, susurro y copla fue y será irrepetible;"Háblame en la cama, dime pequeñeces, dime que te creces cuando estás conmigo...,",la voz de madera caliente, de humo de pipa, como alguien la bautizó, se ha despedido de su arrabal trianero dejando canciones de seda que solo hablan de mujeres apasionadas, libres y poderosas. La que no entendía aquellas cosas de las clases sociales, donde dos seres distintos no se podían querer, la primera que dijo "se acabó".

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