miércoles, 25 de octubre de 2023

Proust y la lluvia

 


Mi madre organizaba de tal manera el arresto domiciliario los días de lluvia que mi hermana y yo ni siquiera reparábamos en ello. En la salita, a cobijo de aquel papel pintado floreado geométrico e imposible, con la televisión en la esquina por donde Iñigo se asomaba cada sábado al igual que Miliki y el Señor Chinarro, Aplauso o Sandokan, Miki cantaba con un banjo en Eurovisión y aquel Betis en blanco y negro se vestía de Campeón, estaba la ventana, por donde veía caer la lluvia desde la perspectiva de la niña de los siete años que fui. Los días grises de mi infancia están unidos a la música de un tocadiscos que mi madre bajaba del armario los días de lluvia, un picú lo llamaba ella, una maleta gris con asa de plástico negro cuya tapa hacía las veces de altavoz y que al abrirlo, desprendía un olor característico, entre polvo y cable que tengo relacionado con el olor de mi música, algo parecido a mi magdalena de Proust, pasada por agua. Mi madre nos pedía únicamente que tuviésemos mucho cuidado con la aguja, a mi me gustaba mirarla con respeto y limpiarle las pelusas que acumulaba tras el último día de lluvia. Aquel sufridor picú soportó que aquellas voces seleccionadas se oyesen a distintas revoluciones tras manipular el botón que lo aceleraba o ralentizaba, mezcladas con nuestras carcajadas y la de nuestros vecinos del sexto, Domingo y Merceditas, que a veces bajaban. Ni la caja de fotos, ni el pastel de galletas, ni los recorteables, nada era equiparable a seleccionar los elegidos para el lluvioso arresto de aquella ocasión de entre la rara colección de discos singles de mi padre, que ni los escuchaba ni nada por el estilo, pero que teníamos gracias a un familiar que trabajaba en una emisora de radio y se los regalaba; Maruja Limón, El Credo de Elsa Baeza, Camilo Sesto, Vete, de Los Amaya, La Ramona, de Esteso, Peret, Sergio y las trenzas de Estíbaliz, entre muchos otros, formaron la banda sonora de mis días de lluvia. Ahora todo es diferente cuando llueve porque ni llueve como antes, ni mi música, huele.

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